
El 90 % de los drones civiles en el mundo se utilizan para fines industriales, científicos y humanitarios.
Por: Felipe Andrés Ramírez.
Fecha: 5 de diciembre de 2025


En los últimos años, los titulares internacionales han mostrado el uso de drones en conflictos armados en regiones como Ucrania, Sudán, Brasil y Colombia. Sin embargo, este tipo de cobertura ha generado una percepción parcial que asocia los sistemas aéreos no tripulados (UAS) principalmente con fines bélicos o de vigilancia.
La realidad es distinta. El 90 % de los drones civiles en el mundo se utilizan para fines industriales, científicos y humanitarios, según la European Union Aviation Safety Agency (EASA, 2024).
Los drones son herramientas tecnológicas diseñadas para mejorar la eficiencia, salvar vidas y proteger el entorno. Gracias a ellos se han logrado avances en agricultura de precisión, monitoreo ambiental, seguridad civil, cinematografía y respuesta ante desastres.
Organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF han documentado misiones exitosas de entrega médica con drones en Ruanda, Ghana y América Latina, logrando reducir los tiempos de respuesta sanitaria en más del 60 %.
De acuerdo con un estudio publicado en Frontiers in Robotics and AI (2023), los drones han permitido inspeccionar zonas de riesgo, localizar personas desaparecidas y evaluar daños tras desastres naturales en menos de una hora, tareas que antes tomaban días.
En agricultura, los drones permiten un uso más responsable del agua y los fertilizantes. Según FAO (2024), el uso de drones agrícolas reduce hasta un 30 % el consumo de insumos y mejora la productividad en un 25 %. En Colombia, empresas del sector agroindustrial ya utilizan drones multiespectrales y térmicos para monitorear la salud del suelo y prevenir pérdidas de cosecha.
En la industria energética, los drones reducen los accidentes en inspecciones de torres y líneas eléctricas, mientras que en seguridad pública permiten la supervisión en eventos masivos sin exponer vidas humanas.

La estigmatización del sector UAS no proviene de la tecnología, sino de su mal uso y de la falta de conocimiento. Por eso, el enfoque debe dirigirse hacia educación, profesionalización y regulación ética.
Programas como los de APD Profesionales de Drones, en alianza con la BHT – Berliner Hochschule für Technik, buscan precisamente eso: formar profesionales certificados, capaces de operar, gestionar y desarrollar proyectos de alto impacto social bajo los estándares internacionales de la OACI.

Los drones no son una amenaza, son una oportunidad.
Pueden vigilar bosques, monitorear glaciares, apoyar la logística humanitaria o mejorar la gestión urbana.
Debemos cambiar la conversación: no se trata de prohibir, sino de formar; no de temer, sino de aprovechar su potencial.
El futuro no depende de los drones, depende de las personas que los dirigen.
Y el compromiso es claro: convertir la tecnología en una fuerza para el bien común.
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